viernes, 2 de noviembre de 2007

Página 5

Empujé la puerta con fuerza creyéndome todavía un vaquero, pero esta no cedió ni un milímetro, una vez superada la sorpresa volví a empujar la puerta, pero seguía sin querer abrirse, la muy cabezota. La sorpresa inicial dejó paso a la perplejidad. Creo que pasó algo más de un minuto, antes de volver a mover algún músculo, cuando por fin lo hice, retrocedí varios pasos y me fijé atentamente en la puerta. Reparé entonces en un pequeño papel cuadriculado y amarillento que se encontraba pegado con un tosco trozo de esparadrapo a la puerta. Me acerqué para leerlo.
"MUERTE POR DEFUNCIÓN", una ligera sonrisa se dibujó en mi cara, había leído mal, "CERRADO POR DEFUNCIÓN".

La sonrisilla se trucó en frustración, que cruel es la vida, porque unos mueran, los otros ya no pueden desayunar.

Me alejé del lugar con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, avanzaba lentamente pero sin pausa. La melodía de alguna canción perdida rebotaba constantemente en mi cabeza, era la única forma que tenía de no pensar en nada.

Los primeros rayos de sol empezaron a despuntar detrás de las montañas y las primeras personas que veía se dirigían con paso trémulo a sus lugares de trabajo. Los coches empezaron a inundar la calzada, como cada día, niños y más niños correteaban detrás de los otros camino de las aulas, las amas de casa madrugadoras recorrían los "super" en busca de la mejor oferta del día. Paseantes con sus perros inundaban los

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